Muy posiblemente antes de ingresar a la Escuela de Artes
Débora Arango e incluso durante el curso de ella nos hemos enfrentado a las
mismas frases, mitos, y pensamientos propios de nuestra sociedad colombiana: “del
arte no se puede vivir”, “te vas a morir de hambre” y “¿qué más vas a hacer?” Que
sea cierto o falso no es la discusión que quiero plantear, lo que sí quiero
afirmar es que prejuicios como estos son
el claro reflejo de un país con una pobre visión del valor del arte para la
sociedad y de una gobernación con poco empoderamiento en políticas que
fortalezcan las actividades culturales.
La industria cultural ya no solo es una propuesta de apoyo y
crecimiento económico plasmada en simples papeles sino que, se ha convertido en
diferentes territorios y debe convertirse para el nuestro contexto colombiano
en una alternativa de desarrollo económico y social sostenible. Las
posibilidades de trabajo de la cultura son múltiples, permitiendo producciones
y moviendo grandes recursos a través de diferentes sectores: la música, las
artes plásticas, el mundo audiovisual, la producción fonográfica y entre otros
sectores que hoy en día son escenarios en los que el arte puede hacer prosperar
la economía y el valor social de una comunidad.
La escuela de artes es su misión de formar artistas
íntegros: creadores, gestores y emprendedores ha abierto las puertas al mundo
de los negocios; un tema que aunque en un principio parece chocar radicalmente
con algunas visiones e ideales utópicas de hacer arte para muchos alumnos de la
Débora Arango o del artista en general, resulta ser de gran interés y de profundización
vital para los que se acercan a ella.Aquí viene un punto discutido y hace referencia a esa
negociación del arte, donde muchos niegan la posibilidad de cobrar el arte y
sin ahondar mucho en el tema considero pertinente reformular y defender la idea
de la necesidad del artista para poder vivir, la idea de dar valor al arte y la
cultura pero sobretodo la idea de que la cultura es un derecho que debe ser
otorgado por nuestros dirigentes.
Nuestra Escuela Superior Tecnológica de Artes Débora Aranago
ha vislumbrado esta oportunidad de ser y de formar seres integrales capaces de
pertenecer a esa gran industria creativa y cultural, promoviendo desde sus instalaciones,
sus procesos y mallas curriculares una serie de actividades y programas
encaminados al estímulo y motivación constante del artista independiente a
repensarse y a pensar su idea artística como un emprendimiento personal.
Esto invita a la comunidad de estudiantes deboriana a pensar su propia
arte como su proyecto de vida y cómo su principal alternativa para tener éxito.
De esta manera agradezco la creación de espacio como la Débora
que contextualices y promuevan. Conocer el movimiento y el desarrollo cultural
mundial y local es una necesidad para lograr el éxito de nuestro gran Capital
creativo.
Por: Daniela Carolina Meza Ramirez
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